¿Qué nos pasa como país y sociedad que no nos duele o no nos importan nuestros desaparecidos?
Por: José Alexander Castro
La desaparición forzada es un crimen o un delito endémico en Colombia, que superó las dictaduras de Argentina y Chile de manera abismal, y es que en Colombia desaparecer a un ser humano es tan común, fácil y normal, y no tiene importancia alguna para el gobierno, las autoridades, las comunidades, las personas, y a veces hasta para los mismos familiares que prefieren callar, justificar y no buscar a ese ser. Acá, cualquiera desaparece a un ser humano desde el pillo del barrio, las autoridades, las guerrillas, los paras, las bandas criminales, delincuenciales y organizadas; es tan común en mi país que se talen los árboles y se caben fosas comunes y que se contaminen los ríos con químicos y crudos para matar los peces y sacarlos del agua, para llenar las aguas con cuerpos picados y desmembrados de nuestros desaparecidos.
En pleno siglo XXI las desapariciones continúan y lo más triste es que esos que cometen ese crimen atroz andan por ahí como si nada, no aportan a la verdad, no hay justicia, reparación, pero si repetición, roban la poca paz a los demás familiares de los desaparecidos. Este crimen atroz debe de ser condenado con severidad, porque a una familia a la que le desaparecen miembros de ella siempre sufrirán la angustia, el dolor y la zozobra de esas ausencias, y no es justo que quienes causaron ese daño tan triste y duro andén como si nada por las calles sonrientes, sin aportar nada y solo generando miedo, terror y burla a las madres, padres, hermanos, hijos, nietos y amigos de esos seres que tenían rostro, nombre, vida y sueños que fueron truncados por un crimen que jamás debió ser llevado a cabo por nada, ni por nadie en absoluto.
No más seres humanos como cifras y datos, que son enterrados en fosas en medio de la nada o en cementerios, lanzados en pedazos a ríos o mares, tirados como alimento a los animales, cremados, calcinados o arrojados a los botaderos de basuras y escombros borrando su existencia y memoria de la tierra, pero nunca de nuestra memoria, corazón y mente.
¿Qué nos pasa como país y sociedad que no nos duele o no nos importan nuestros desaparecidos?, ¿acaso creemos que nunca nos puede pasar y sentir lo que muchas familias sienten ante la ausencia de un ser querido? Dolor, tristeza, incertidumbre, cada día y cada noche, esperando su llegada o una noticia que por fin nos haga sentir la paz y la tranquilidad que hicimos todo por buscarlos y encontrarlos.
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