Semana Internacional de las víctimas de desaparición forzada en Colombia
En la cuna del hambre / mi niño estaba. / Con sangre de cebolla /se amamantaba. Pero tu sangre, / escarchada de azúcar, cebolla y hambre.
M. Hernández./ Nanas de la Cebolla.
Los antecedentes de la desaparición
forzada se remontan a la Segunda Guerra Mundial, cuando en 1941 Hitler ordenó a
través del decreto conocido como Noche y Niebla, el envío a Alemania de los
oponente políticos al régimen nazi en los territorios ocupados. Los prisioneros tomados en aplicación del decreto
eran deportados de manera oculta, sin que
se conservase registro alguno de
la captura, a campos de concentración específicos, en donde eran ejecutados de
manera secreta.
En América Latina, la desaparición
forzada se extendió a mediados de los setentas, y recorrió por
primera vez el suelo Colombiano en el
año de 1977 durante el gobierno de Alfonso López Michelsen.
Sin duda alguna, esta práctica criminal es espantosa por sí misma. Se trata de un crimen continuado en el tiempo,
que sólo cesa una vez se establece con certeza el paradero de la víctima. Este
crimen favorece de manera deliberada la impunidad de los responsables, y sus
efectos como lo son: El sufrimiento, la desazón, el terror, la angustia y el sentimiento de vulnerabilidad, perduran
incluso hasta después de conocer el paradero de los desaparecidos. Sin
embargo, son muy pocas las familias que
han conseguido encontrar a sus seres queridos o que han visto que se
haga justicia sancionando a los responsables con condenas ejemplares.
Este crimen se encuentra basado en el
terror, y en Colombia generalmente es perpetrado
por agentes del Estado y grupos
paramilitares que actúan con su tolerancia,
omisión y aquiescencia y que se benefician de la impunidad. Las víctimas han sido líderes sociales o
comunitarios, además de un alto número de defensores y defensoras de derechos
humanos, personas campesinas, indígenas y afro descendientes que se resisten a abandonar sus tierras y que
son víctimas de esta práctica como un medio de despojo. Niñas y niños asimismo han sido víctimas de
los desalmados poseedores del horror por
medio de esta práctica; en este caso la mayoría de las veces con fines de tortura sexual.
En Colombia durante los últimos años,
las desapariciones han estado asociadas a la comisión de ejecuciones
extrajudiciales. En la gran mayoría de
los casos, las personas fueron sacadas a la fuerza de sus casas por el Ejército,
incluso teniendo como testigo a los
familiares. Sin embargo, siempre que se acercaron a las bases militares a
preguntar por la víctima, el Ejército se negó a entregar información sobre su
paradero, o negó tenerla en su poder. No obstante, el cuerpo de la persona
solía aparecer posteriormente reportado
como guerrillero muerto en combate, sin documentos de identidad y a menudo, en
un municipio distinto del lugar en donde solía vivir la víctima y su familia.
Con la aprobación del fuero penal
militar en Colombia la desaparición forzada como otras graves violaciones a los
derechos humanos, corren el riesgo de continuar en la total impunidad; pues son
los mismos perpetradores de este crimen, catalogado internacionalmente como de
lesa humanidad, los que se investigan, juzgan y sancionan; El Estado debe escuchar las reiteradas
recomendaciones por parte de los organismos
internacionales y nacionales de derechos humanos, que se han opuesto de manera
contundente a este proyecto y debería como es su obligación hacer seguimiento a
las compromisos de derechos humanos, en el sentido de restringir el ámbito de
la Justicia Penal Militar, y garantizar que las
desapariciones forzadas y las graves violaciones de derechos humanos
sean asumidas por la justicia ordinaria,
y con ello garantizar y hacer efectivos los derechos de las víctimas.
PROGRAMACIÓN BOGOTÁ , MEDELLÍN , CALI
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