EDUARDO UMAÑA MENDOZA / EN NUESTRA MEMORIA.
"LOS DERECHOS DE LOS PUEBLOS, LOS DERECHOS HUMANOS SON UNA LUCHA
DE SOLEDADES QUE SE ENCUENTRAN"
E.U.M
EDUARDO UMAÑA / EN NUESTRA MEMORIA.
El 18 de abril de 1998 dos hombres y una mujer haciéndose pasar por periodistas entraron en la oficina de Eduardo Umaña en Bogotá. Después de inmovilizar a su secretaria, los victimarios trataron de secuestrar a Umaña, pero ante la resistencia del abogado, le dispararon y lo asesinaron.
Eduardo Umaña Mendoza, maestro, abogado y defensor de derechos humanos abanderó y llevó el proceso de los desaparecidos del Palacio de justicia desde 1985 constantemente, sostuvo que el Ejército capturó civiles en el Palacio de Justicia, los interrogó, los torturó y los desapareció, sin verificar si eran o no culpables. Dedico gran parte de su vida a la defensa de los familiares de las víctimas del genocidio contra la Unión Patriótica (UP) y el Partido Comunista Colombiano; Hacía parte de un grupo dedicado a realizar el estudio jurídico del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, ocurrido el 9 de abril de 1948. Episodio relatado en un expediente de más de 20.000 folios. Decía Umaña: “Lo más grave en el caso Gaitán no es lo jurídico sino lo político. No es la historia sino la memoria histórica del país”. Y es que pensaba que ningún crimen debía quedar impune. “Colombia es un país donde todo pasa y nada pasa”, solía comentar a sus amigos.
"Negar la necesidad de la Paz es ubicarse en una posición
absurda que ningún honor hace a mente alguna. El problema no es hablar del
beneficio de la paz. No es apoyar unos planes plenos de promesas pero sin
asidero alguno en la escueta realidad Socio-Económica del país... Hoy: mucho
discurso y ajena la acción real de nuestro problema vital: la miseria económica
de la mayor parte de Colombia (...) Hablar de paz sin Democracia Real y
Justicia Social es una entelequia. Como lógica consecuencia cualquier
planteamiento que no asuma el problema real no pasa de ser una gran mentira. Se
hace necesario por lo menos hablar de la humanización de la guerra, para que la
paz de mentiras se derrumbe, para superar esta pantomima de sobrevivencia
cómplice y pueda hablarse con dignidad, con la voz y las manos de todos, de la
humanización de la vida” Eduardo Umaña.
El 18 de
abril de 1998, antes del medio día, en su apartamento, lugar habitado por la
búsqueda insaciable de la justicia, espacio pequeño que albergó grandes
ideales, ingresaron, con su rostro encubriendo la falsedad, la mentira y la
muerte. Sus victimarios, lo engañaron, como lo hicieron los jueces militares en
los tribunales o los fiscales cuando obraron contra las normas y las leyes que
rigen el Derecho. Los mercaderes del crimen intentaron llevárselo a la fuerza,
pero él se negó, se les enfrentó y por eso tuvieron que dispararle. Desde ese
día cesaron las humaredas de cigarrillo para apaciguar la ansiedad, las que se
difuminaban entre los cuartos donde los perseguidos encontraban esperanzas,
donde las víctimas de Crímenes de Estado encontraban una mano amiga, en ese
recinto que era su hogar, que era su oficina, cayó sin hacer concesiones a los
cabalgantes de la muerte.
En una
audiencia realizada en abril 2009, el jefe paramilitar Salvatore Mancuso
reconoció que el asesinato de Eduardo Umaña Mendoza había sido planeado por
algunos cabecillas de las autodefensas, entre ellos, Carlos Castaño. Nunca quedó claro si lo habían matado por defender a las víctimas
del genocidio de la Unión Patriótica, o a los sindicalistas de Telecom, la ETB
y la USO, o por buscar que la desaparición forzada fuera tipificada como delito
en Colombia. O por el caso del Palacio de justicia.
Su asesinato
continúa en la impunidad es cuestión de tiempo para que la verdad se conozca,
aunque esa verdad no sea judicializada, poco se puede esperar de un sistema judicial, hecho a la medida del poder que usa el
fuero militar, y hace “pequeñas reformas a la justicia” para continuar
sembrando de olvido e impunidad sus actos macabros y cobardes.
Un mes antes había sido asesinado en Medellín
Jesús María Valle, gran defensor de Derechos Humanos, presidente del Comité de
Derechos Humanos de Antioquia; Las balas también silenciaron a Jesús María
Valle, principal defensor de los derechos humanos en Antioquia. Dos hombres y
una mujer le dispararon en la cabeza en su oficina de Medellín, el 27 de febrero de 1998.
“El tiempo, en su
decurso incontenible, tiene un poder misterioso de maduración permanente. En
él, no sólo maduran las presencias sino también las ausencias. En él no sólo
madura la vida en esa eclosión de germinación incesante de semillas, sino que
madura también la muerte, sobre todo cuando su explosión extemporánea destruye
fachadas y máscaras que dejan al descubierto rasgos monstruosos de poderes e inercias
con las cuales convivimos, muchas veces en la inconsciencia de nuestras rutinas”.
Javier Giraldo. S.J.
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